domingo, 22 de agosto de 2010

Carta de Voltaire a los Cuaqueros

Cartas filosóficas
Primera carta: Sobre los cuáqueros
[Carta. Texto completo]
Voltaire


Pensé que la doctrina y la historia de un pueblo tan extraordinario merecían despertar la curiosidad de un hombre razonable. Para instruirme me fui a ver a uno de los cuáqueros más célebres de Inglaterra, el cual, tras estar dedicado treinta años al comercio, había sabido poner un límite a su fortuna y a sus deseos, retirándose al campo en las cercanías de Londres.

Lo encontré en su retiro; una casa pequeña pero bien construida, limpia y sin adornos inútiles. El cuáquero era un hermoso anciano, que nunca había estado enfermo, porque no sabía lo que eran las pasiones ni la intemperancia; jamás he conocido a nadie con aspecto más noble y simpático que el suyo. Al igual que sus demás compañeros de religión, utilizaba un traje sin pliegues a los costados, ni botones en los bolsillos o en las mangas, y llevaba sobre su cabeza un sombrero grande con las alas vueltas hacia arriba, semejante a los usados por nuestros eclesiásticos.

Me recibió sin quitarse el sombrero, adelantándose hacia mí sin hacer ni la más leve inclinación hacia el suelo; sin embargo, la expresión abierta y humana de su semblante denotaba más cortesía que la costumbre de echar un pie hacia atrás y coger con la mano lo que está hecho para cubrir la cabeza.

-Amigo -me dijo-, observo que eres extranjero. Si puedo serte útil no tienes más que hablar.

-Señor -le respondí haciendo una reverencia y echando un pie hacia atrás, según nuestra costumbre-, espero que mi justificada curiosidad no os causará molestia y querréis hacerme el honor de instruirme en vuestra religión.

-Las gentes de tu país -me contestó- hacen demasiadas reverencias y cumplidos, pero nunca encontré a ningún compatriota tuyo que se interesara en lo mismo que tú. Entra y comencemos por comer juntos.

Le hice algunos cumplidos, pues no es fácil olvidar de pronto nuestros hábitos y, tras una comida sana y frugal que empezó y terminó con una oración a Dios, me puse a interrogar a mi hombre.

-Mi querido señor -le dije--, ¿estáis bautizado?

-No -me contestó el cuáquero-, y mis compañeros de religión tampoco lo están.

-¿Cómo? Voto al cielo -repliqué yo-. ¿Entonces no sois cristianos?

-Hijo mío -repuso en tono suave-, no jures. Nosotros somos cristianos y nos esforzamos en ser buenos cristianos, pero no creemos que el cristianismo consista en echar un poco de agua con sal sobre la cabeza.

-Eh. Diablos -dije, ofendido por semejantes impiedades--. ¿Es que acaso habéis olvidado que Jesucristo fue bautizado por Juan?

-Amigo, deja de jurar de una vez -dijo el piadoso cuáquero-. Efectivamente, Juan bautizó a Cristo, pero éste no bautizó a nadie. Nosotros somos discípulos de Cristo, no de Juan.

- ¡Ay !-exclamé-, si hubiera Inquisición en este país, qué pronto os quemarían, pobre hombre. Ruego a Dios que pueda yo bautizaros y convertiros en un verdadero cristiano.

-Si ello fuera preciso para condescender con tus debilidades, lo haríamos con gusto -agregó en tono grave-. No condenamos a nadie porque practique la ceremonia del bautismo, pero pensamos que los que profesan una religión verdaderamente sana y espiritual deben abstenerse, en lo que les sea posible, de realizar prácticas judaicas.

-Es lo que me faltaba por escuchar. ¿Qué ceremonias judaicas? -exclamé.

-Sí, hijo mío -continuó diciendo-, y tan judaicas que muchos judíos todavía hoy en día practican en ocasiones el bautismo de Juan. Consulta la historia antigua y verás que en ella se dice que Juan no hizo más que renovar una costumbre que mucho tiempo antes de que él naciera era practicada por los judíos, de la misma forma que la peregrinación a La Meca lo era por los ismaelitas. Pero circuncisión y ablución son abolidas por el bautismo de Cristo, ese bautismo espiritual, esa ablución del alma que salva a los hombres. Ya lo decía Juan, el precursor: «Yo os bautizo en verdad con agua, pero otro vendrá después de mí, más poderoso que yo, del que no soy digno de descalzarle las sandalias. Él os bautizará con el fuego y con el Espíritu Santo». Y el gran apóstol de los gentiles, Pablo, escribió a los corintios: «Cristo no me ha enviado para bautizar, sino para predicar el Evangelio». Pablo bautizó con el agua a tan sólo dos personas y muy a su pesar circuncidó a su discípulo Timoteo. Los demás apóstoles también circuncidaron a todos aquellos que lo deseaban. ¿Tú estás circuncidado?

Le respondí que no tenía ese honor .

-Y bien, amigo mío; de este modo tú eres cristiano sin estar circuncidado y yo lo soy sin haber sido bautizado.

De esta manera aquel buen hombre aprovechaba astutamente tres o cuatro pasajes de las Sagradas Escrituras que parecían dar la razón a su secta; pero con la mejor fe del mundo se olvidaba de un centenar de pasajes que se la quitaban. No me tomé el trabajo de rebatir sus argumentos. Nada se puede hacer con los entusiastas. Jamás hay que hablarle a un hombre de los defectos de su amante, ni a uno que litiga los defectos de su causa, ni dar razones a un iluminado. De manera que me puse a hablar de otras cuestiones.

-En lo que se refiere a la comunión -le pregunté-, ¿de qué modo la practicáis? -No la practicamos -dijo él. -¿Qué? ¿No comulgáis?

-No, tan sólo practicamos la comunión de los corazones. Volvió a citarme las escrituras. Me colocó un hermoso sermón contra la comunión y, en tono inspirado, me habló para probarme que todos los sacramentos eran invenciones humanas y que la palabra sacramento no figuraba en ningún lugar del Evangelio.

-Perdona --dijo-- que en mi ignorancia no haya podido darte ni la centésima parte de las pruebas de mi religión, pero de todas formas puedes encontrarlas en la exposición que de nuestra fe hace Robert Barclay; es uno de los mejores libros que hayan sido escritos por el hombre. Nuestros enemigos dicen de él que es muy peligroso, lo cual prueba que es verdadero.

Le prometí leer el libro, con lo cual el cuáquero creyó que me había convertido.

Luego, con unas pocas palabras, me explicó la razón de algunas singularidades de su secta, que la exponen al desprecio ajeno.

-Confiesa -me dijo- que tuviste que hacer un gran esfuerzo para no echarte a reír cuando respondí a tus cumplidos con el sombrero puesto y tuteándote. Sin embargo, creo que eres lo bastante instruido Como para saber que en los tiempos de Cristo ningún pueblo cometía la ridiculez de reemplazar el singular por el plural. A César Augusto se le decía; te amo, te ruego, te agradezco. Ni siquiera toleraba que se le dijese señor, dominus. Sólo después de mucho tiempo los hombres se hicieron llamar vos en lugar de tú, como si fueran dobles, y usurparon los impertinentes títulos de Grandeza, Eminencia, Santidad, que son los mismos títulos que los gusanos de tierra dan a otros gusanos de tierra, asegurándoles, con profundo respeto e insigne falsedad, que son sus más humildes y obedientes servido- res. Para ponernos en guardia contra ese indigno comercio de adulaciones y mentiras tuteamos tanto a los reyes como a los zapateros remendones y no saludamos a nadie, sin- tiendo por los hombres caridad, y respeto tan sólo por las leyes.

Usamos un traje diferente al del resto de los hombres para que ello nos recuerde continuamente que no debemos parecernos a ellos. Los demás llevan las insignias de sus dignidades; nosotros, las de la humildad cristiana. Huimos de las fiestas mundanas, de los espectáculos, del juego, por- que creemos que seríamos dignos de lástima si llenáramos con trivialidades semejantes unos corazones que están reservados a Dios. No juramos nunca, ni siquiera delante de la justicia. Pensamos que el nombre del Altísimo no debe prostituirse mezclándolo con las miserables querellas de los hombres. Cuando debemos comparecer ante los magistrados por asuntos que conciernen a otros (pues nosotros nunca nos metemos en procesos), decimos la verdad únicamente, un sí o un no, mientras que muchos cristianos cometen perjurio sobre los Evangelios. No vamos nunca a la guerra, no porque temamos a la muerte, ya que, al contrario, bendecimos el momento que nos une al Señor de los seres, sino porque no somos ni lobos, ni tigres, ni dogos, sino hombres cristianos. Nuestro Dios, que nos ha ordenado amar a nuestros enemigos y sufrir en silencio, no quiere que crucemos los mares para estrangular a nuestros hermanos tan sólo porque unos verdugos vestidos de rojo, con gorros de dos pies de altura, enrolan a los ciudadanos haciendo ruido con dos palitos que golpean una piel de asno tirante. Cuando tras una victoria de las armas Londres entera resplandece iluminada; cuando, el cielo brilla con los fuegos de artificio; cuando los aires resuenan con el ruido de las acciones de gracias, de las campanas, de los órganos, de los cañones, nosotros nos lamentamos en silencio por esas muertes que causan el público regocijo.

FIN

lunes, 16 de agosto de 2010

la Historia de las Mentalidades

La historia de las mentalidades
18-abr-2010 Betty Zanolli Fabila
Cultura y Mentalidad - El Aula de la Historia
Enriquecedora propuesta interdisciplinaria

Derivada de la historia social, la historia de las mentalidades reinterpreta a la sociedad a partir de los fenómenos mentales a los que considera tan determinantes como los económicos o demográficos.
Concepto
El concepto de mentalidad nace en el siglo XVII en Inglaterra y es definido como forma particular de pensar y sentir de un pueblo. Durante el siglo XVIII se entrevé en la obra de Voltaire como costumbre y espíritu colectivo y hacia 1900, en reminiscencia de la visión inglesa, es definida como visión del mundo, universo mental estereotipado y caótico a un mismo tiempo.
Sin embargo, es a mediados del siglo XX cuando adopta su plena estructuración, basada en el concepto que de ideología aporta Althusser, en tanto sistema de representación dotado de una existencia y papel histórico en el seno de una sociedad dada a fin de iniciar su búsqueda del sistema de valores que articulan a la sociedad y que en mayor o menor grado es común a los grupos que en él entrelazan sus relaciones sociales.

De esta forma, es en el sistema de valores, ente histórico en transformación, donde la comunidad adquirirá la conciencia que desarrollará cada uno de sus miembros, infiriendo de ello la correlación entre la estructura material y la mentalidad. Para el historiador de las mentalidades, como Duby, Le Goff, Huizinga, Francastel, todo sentimiento de un individuo sobre su situación es producto de la imagen que de ella se hace.
En consecuencia, nunca es fiel sino que adolece de la deformación nacida de las representaciones mentales que el hombre se formula. A esta disciplina le han ido enriqueciendo conceptos de la etnología como lo inmóvil (mental), de la sociología (lo colectivo), la psicología social (la conducta) y la historia cuantitativa (las series cuantitativas).
Historia de las mentalidades e ideologías
Para la historia de las mentalidades sólo las ideologías de las clases dominantes dejan testimonios de sí, de modo que las correspondientes al pueblo o perseguidas –objeto de su estudio-, sólo pueden reconstruirse a partir de fuentes no tradicionales. De ahí que los sujetos de su investigación lo sean justamente los “excluidos de la historia”: trabajadores, rebeldes, herejes, mujeres, marginados, etc., es decir, la masa anónima de la que sólo se sabe a través de la lectura entre líneas de los documentos usuales. Así, hace sus fuentes todo tipo de:
• Expresión verbal (discurso, panfleto, epitafio, elegía…),
• Fuente literaria (relatos, novelas, dramas, correspondencia, etc.),
• Signo visible (emblema costumbre, atavío, ceremonial…) y
• Objeto artístico (como lo hizo Huizinga y Francastel).
En estas fuentes se reflejan de modo inconsciente la imagen que determinado grupo en un cierto momento tiene de sí y de los demás.
La mentalidad aflora fuera de los lugares y medios de producción y, por lo regular, no hay una sola mentalidad, sino una muy variada coexistencia de ellas. Requiere especialmente objetividad para no mezclar valores del presente con los del pasado. Sabe también que no hay una sola estructura, sino que la realidad está conformada de la interacción estructural, de tal suerte que sólo así es como puede producir un análisis cierto de las infraestructuras material, ecológica y económica de las estructuras políticas y, en suma, de las superestructuras políticas.
Investigaciones multidisciplinares
Actualmente, todo lo que se hace de historia de las mentalidades en Latinoamérica es principalmente realizado por antropólogos, sociólogos y científicos sociales, como en el caso de movimientos mesiánicos, huelgas o sindicalismo, entre otros. Es, por tanto para los historiadores, campo fértil de desarrollo y en el que han empezado a incursionar los especialistas en los procesos inquisitoriales.
Es pues esta historia una historia distinta, la parte de lo imaginario que aflora en la evolución de las sociedades humanas, tal y como la definiera Georges Duby.
Copyright del artículo: Betty Zanolli Fabila. Contacta con el autor de este artículo para obtener su permiso y autorización expresa para poder usar o publicar su contenido de forma total o parcial.


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miércoles, 11 de agosto de 2010

La Teoria de la "H"

Teoría de la H.

Esta es una teoría científica planteada por C.Osgood en 1943 e intenta explicar los principales movimientos migratorios del poblamiento prehispánico de Venezuela a través del grafismo H.

El trazo izquierdo de la "H" representa el eje occidental ubicado en América Central y Oeste de Suramérica por donde penetró principalmente la cultura Arawak

El trazo derecho de la "H" corresponde al eje oriental ubicado en la Cuenca amazónica y las Antillas por donde entró la cultura Caribe.

Por último, la barra central de la "H" sería una confluencia de una serie de líneas que representan la interacción de las diversas migraciones y las vías de difusión e intercambio cultural interno.

Carta de Bolivar a su Prima

ADIÓS FANNY!

De Simón Bolívar a su prima Fanny. Fanny fue su novia cuando él tenía 20 años. Esta carta la escribió El Libertador, en su lecho de enfermo, Santa Marta, Colombia, el 6 de diciembre de 1.830
Falleció once días más tarde.

Querida prima:

¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro? Ha llegado la última aurora: tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma, por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1.805; por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz...

Tú estás conmigo, porque todos me abandonan; conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia. ¡Adiós Fanny!

Esta carta llena de signos vacilantes, la escribe la misma mano que estrechó la tuya en las horas del amor, de la esperanza, de la fe; esta es la letra escritora del decreto de Trujillo y del mensaje al Consejo de Angostura. No la reconoces, ¿verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante. Si yo hubiera muerto sobre un campo de batalla, dando frente al enemigo, te daría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado, a los campos de un sol de primavera.

Muero despreciable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores; víctima de intenso dolor, presa de infinitas amarguras. Te dejo mis recuerdos, mis tristezas y las lágrimas que no llegaron a verter mis ojos. ¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda? Estuviste en mi alma en el peligro; conmigo presidiste los consejos de gobierno; tuyos fueron mis triunfos y tuyos mis reveses; tuyos son también mi último pensamiento y mi pena postrimera. En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de Byron por los canales de Venecia, ¡en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú: porque tú has flotado en mi alma mostrada por níveas castidades!

A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las íntimas congojas, apareces ante mis ojos moribundos con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras, y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas, y en tu voz oigo las dianas inmortales de Junín.

Simón Bolívar.

Carta de Colon a los Reyes de España

Cristóbal Colón se dirige a los Reyes de España

"Yo entré a vuestro servicio cuando tenia la edad de veintiocho años. Hoy no poseo un cabello que no esté blanco. Mi cuerpo está gastado. Yo he consumido todo lo que me quedaba después de haber vendido mis bienes. Se le arrebató todo a mi hermano, sin que se nos oyera e interrogara, con grande deshonor para mí. Hay que creer que todo esto no ha sido hecho por orden de Vuestras Altezas. Estoy abandonado. Hasta el presente yo he llorado sobre otros. Ahora... que el cielo tenga misericordia de mi y que la tierra llore sobre mis desgracias. Desde el punto de vista material, yo no poseo una moneda para dar a la ofrenda. Desde el punto de vista espiritual, he llegado a las Indias, aislado con mis meditaciones, enfermo, esperando la muerte de un día para el otro, rodeado de un millón de salvajes crueles que nos hacen la guerra, alejado de los Santos Sacramentos, de la Santa Iglesia que olvidará mi pobre alma, si ella abandona aquí mi pobre cuerpo. Quienes tengan sentido de la caridad, de la bondad y de la justicia, lloren por mi. Yo no emprendí este viaje y esta navegación para ganar honores ni riquezas. Hace mucho tiempo que la esperanza de tales ventajas ha muerto en mí. Yo no puedo mentir. Suplico humildemente a Vuestras Altezas, si le place a Dios sacarme de aquí, que me permitan ir a Jerusalén, como a otros lugares de peregrinación." Firmada en Jamaica el 7 de julio de 1503.

LA HISTORIA DE VENEZUELA

El presente Blog, es para los amantes de la historia, quien este interesado en conocer mas sobre la historiografia venezolana puede ayudarse en esta pagina.Nuestra historia debe ser conocida como debe ser, de la manera cientifica y metodologica, no esa historia romantica que nos han contado, donde sólo se muestra la fábula y la entelequía, es hora de saber muchas verdades sobre el pasado de Venezuela y su historiografía.